miércoles, 10 de junio de 2015

B.G.

Dos personas caminaban una al encuentro de la otra por una playa desierta. Momentos antes de cruzarse, dudaron si mirarse y saludarse brevemente. Ella decidió mirar hacia otro lado y pasar de largo.

-Disculpa, ¿eres B.G.?- le preguntó el hombre.

Ella frunció el ceño y negó con la cabeza.

-Perdona, me habré confundido.

-No pasa nada, estas cosas ocurren.

-La verdad es que no sé quién puede ser B.G. o lo que puede significar. No sé por qué, al pasar por tu lado se me ocurrió decirte esto- confesó el hombre esbozando una sonrisita.

Ella sonrió temerosa y buscó con la mirada un lugar hacia el que echarse a correr en caso de urgencia. Igual estaba delante de un lunático.

-Lo lógico es que sean las iniciales de una persona- siguió cavilando él.

-Sí, pero también pueden ser muchas cosas más: la matrícula de un coche, una marca de ginebra, de un ordenador… o nada- agregó ella.

-Tienes razón. No había reparado en ello. Pero nada no, tiene que significar algo.

La situación dio pie a que comenzaran a hablar sobre las confusiones, el azar, los fenómenos sobrenaturales, sobre cuántos alfabetos debe haber en el mundo, idiomas, viajes, la situación crítica del planeta Tierra…

-Por cierto, ¿eres de aquí?

-Sí, de toda la vida.

Quizá se habían visto de reojo en alguna ocasión, pero sólo se habían encontrado en esta playa desierta.

Después de una larga conversación, se despidieron. Ella le dio dos besos. Él le tocó levemente el codo. Cada uno siguió su camino; la mujer en dirección este, el hombre dejando sus huellas hacia el oeste.

El viento empezó a gemir, el cielo se encapotó, las olas del mar empezaron a crecer. Cerca de donde se habían encontrado, todavía podían leerse las letras dibujadas en la arena: B.G.


martes, 26 de agosto de 2014

El señor de los anillos

Estaba paseando por S´Algar cuando me llamo la atención un amarre para sujetar las barcas. No sé por qué sentí la tentación de acercarme y mirar a través de ese agujero. Para hacerlo bien, la cosa pedía que cerraras un ojo mientras escrutabas el panorama con el otro bien abierto. Ciertamente las cosas se veían de otra forma, aunque resultaba difícil mantener la concentración durante mucho tiempo. De repente me acordé de ese dicho que dice algo así que es más fácil que un camello pase por la cabeza de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos. Pensé que por este agujerito también sería muy complicado que pudiera pasar un camello, un rico y una amplia variedad de objetos y personas de este mundo. Los requisitos que se piden a veces para entrar en determinados sitios son muy exigentes y complicados.



jueves, 14 de agosto de 2014

Dos barcos frente a frente


Los dos barcos llegaron el mismo día y a la misma hora a la cala. Fondearon al unísono. Un barco enarbolaba la bandera francesa, el otro la española. Al principio les hizo gracia  esa sincronización perfecta que se estableció entre ellos: se bañaban, comían, pescaban... al mismo tiempo. Parecía que delante tuvieran un espejo. Conforme fue pasando el tiempo, la cosa empezó a hacerles menos gracia. Empezaron a sospechar que el otro les hacía burlas, que estaba protagonizando un extraño y pesado juego de imitación. No podía ser que perdurase esta coincidencia tan exacta. Empezaron a cabrearse cuando izaron a la vez la vela de popa, que para más inri era del mismo color turquesa y con el mismo dibujo de un dragón que les habían jurado que era un diseño en exclusiva. Cuando llegó el día de levar anclas, lo hicieron conjuntamente a las 5:15 de la madrugada. Y tardaron lo mismo. Después de insultarse y arrojarse botellas y tubos de crema, zarparon cada uno por su lado.



lunes, 14 de julio de 2014

El gigante de Fornells

El gigante de Fornells era conocido por su furia y por ser un solitario. Todo el pueblo le temía; nadie osaba acercarse a él. Todo el tiempo estaba quieto en el mismo lugar del puerto, vigilando con la cara atirantada y avinagrada el paso de las embarcaciones. Nadie en el pueblo sabía por qué estaba siempre de tan mala leche, pero nadie se atrevía a acercarse para preguntárselo. Las madres habían prohibido terminantemente a sus hijos acercarse a él y la policía había establecido a su alrededor un perímetro de seguridad. Mezclado con el temor, la gente envidiaba, eso sí, que el gigante fuera tan alto y pudiera coger sin esfuerzo las manzanas de los árboles.

Un día un niño llamado Jordi, que había escapado del control de sus padres persiguiendo su pelota, se dio cuenta que sin querer había llegado hasta los dominios del gigante. Cuando se dio cuenta se dio la vuelta e hizo un amago para echarse a correr, pero el gigante abrió los ojos y con una voz aflautada le espetó:

-Oye, chico, ¿puedes hacerme un favor?

Jordi se quedó asombrado porque de la boca del gigante no habían salido rayos y truenos, y porque parecía que no tenía demasiada intención de comérselo de un bocado.

-¿Qué quieres?

-Verás-  le dijo el gigante con lágrimas en los ojos-. Me pica mucho un pie, desde hace mucho tiempo. Soy tan alto que no puedo agacharme y rascarme yo mismo...



jueves, 17 de abril de 2014

La surfista emprendedora

Una joven rubia y con pecas camina por la orilla de la playa. Cuando pasa por delante de un joven que está fumando, éste le pregunta, jocoso y agitando las llaves de su coche, si quiere que la lleve a algún lado. La joven, que parece no haber escuchado su ofrecimiento, se ajusta el traje de neopreno y se sube la cremallera. Después, con una habilidad pasmosa, agarra la tabla de surf y encaja la vela. "Si quieres, te llevo yo. Iremos más rápido", le dice al chaval lanzando la tabla al mar. De un salto, se sube sobre ella y, rompiendo las olas, se encamina hacia mar adentro. El joven galante se la queda mirando con la boca abierta, las llaves se le caen al suelo.


martes, 1 de abril de 2014

Los patos salvajes

Pat y Lucas patrullan juntos, son colegas inseparables. Allá donde va uno, le sigue el otro. Pero no siempre ha sido así. Cuando se encontraron por primera vez surgió mucha desconfianza y tensión entre ellos. Se sintieron agobiados, con su espacio vital invadido, y en más de una ocasión llegaron a los picos, sus afilados picos arrancaron con furia plumas de la cola del otro.

Cuando llegó el invierno y los patos se habían quedado desplumados como consecuencia de sus peleas, cedieron. Llegaron a la conclusión de que en este torrente tan estrecho había que convivir como fuera.

Ahora se han hecho amigos íntimos, van juntos por todos lados. Se rumorea que hasta por la noche duermen juntos, con sus cuellos debajo de las alas de su compañero, acurrucados entre la maleza para darse calor mutuamente, supongo.


martes, 11 de marzo de 2014

Marcos y la sirena


Cada día, puntual, Marcos acude a ver cómo están sus flores. Hace años que lleva a cabo el mismo ritual, siempre a la misma hora y en el mismo sitio. Nadie recuerda que haya fallado ni un solo día: ni cuando diluvia, ni cuando el sol veraniego ajusticia, ni cuando ha tenido fiebre o le han despedido de un trabajo. Cada día está allí, cuidando con mimo las flores mientras echa furtivas miradas al mar. Su presencia y el ceremonial que despliega le han convertido en un personaje famoso, que ha llegado a aglutinar a su alrededor decenas de turistas que han querido inmortalizar ese momento con sus teléfonos móviles. Pero a Marcos parece que no le afecta nada de todo eso. Él permanece impasible, paciente, con sus pensamientos vagando por mundos estratosféricos. En su interior, sigue anhelando volver a ver esa sirena que un día vio salir del mar.