miércoles, 19 de febrero de 2014

La mirada del gato

Estaba paseando por el centro de Ciudadella cuando me llamó la atención la mirada de un gato. Me miraba fijamente. Instintivamente le llamé, pero ni caso. Volví a intentarlo elevando el tono de mi voz, pero el minino seguía pasando de todo. Como soy muy terco y me tomo las cosas de un modo muy personal, me puse en cuclillas y le tiré un par de patatas fritas. Nada. Entonces entré en la tienda de comestibles de la esquina, compré una sobrasada, unos gramos de jamón serrano, hice una bola y se la arrojé con todas mis fuerzas; también deposité en el suelo un tazón rebosante de leche de primerísima calidad. Ni se imnutó. Ya me había quitado la chaqueta y desanudado la corbata, ya no me importaban las miradas socarronas de la gente que pasaba por mi lado, cuando me percaté de que el gato no era real, sino que estaba pintado en la pared. Entonces me metí disimuladamente las manos en los bolsillos, miré a un lado y otro, y silbando me marché de allí.




martes, 11 de febrero de 2014

La casa roja

La casa de Paco siempre había sido blanca, como las otras del pueblo. Sus paredes estaban encaladas de un blanco impoluto. Paco era conocido entre sus vecinos por ser una persona muy tímida e introvertida. Cuando se lo encontraban por la calle, éste agachaba la cabeza y se esfumaba en un santiamén. Un día ocurrió un hecho extraordinario: al amanecer, la casa de Paco apareció totalmente pintada de rojo. Los rumores y conjeturas se dispararon: ¿Acaso habrán sido unos gamberros? ¿Una maldición? ¿Tendrá su origen en un raro fenómeno de pigmentación de la Naturaleza? Nadie lo sabía a ciencia cierta. Tampoco nadie llegó a establecer una asociación con lo que ocurrió en vísperas de este extraño suceso, cuando una joven esbelta y maquillada, subida sobre unos vertiginosos tacones, llamó por error a la puerta de Paco. Como Paco era tímido y no conseguía articular palabra, fue su casa blanca la que se ruborizó por él.