Los dos barcos llegaron el mismo día y a la misma hora a la cala. Fondearon al unísono. Un barco enarbolaba la bandera francesa, el otro la española. Al principio les hizo gracia esa sincronización perfecta que se estableció entre ellos: se bañaban, comían, pescaban... al mismo tiempo. Parecía que delante tuvieran un espejo. Conforme fue pasando el tiempo, la cosa empezó a hacerles menos gracia. Empezaron a sospechar que el otro les hacía burlas, que estaba protagonizando un extraño y pesado juego de imitación. No podía ser que perdurase esta coincidencia tan exacta. Empezaron a cabrearse cuando izaron a la vez la vela de popa, que para más inri era del mismo color turquesa y con el mismo dibujo de un dragón que les habían jurado que era un diseño en exclusiva. Cuando llegó el día de levar anclas, lo hicieron conjuntamente a las 5:15 de la madrugada. Y tardaron lo mismo. Después de insultarse y arrojarse botellas y tubos de crema, zarparon cada uno por su lado.
jueves, 14 de agosto de 2014
Dos barcos frente a frente
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