Estaba paseando por S´Algar cuando me llamo la atención un amarre para sujetar las barcas. No sé por qué sentí la tentación de acercarme y mirar a través de ese agujero. Para hacerlo bien, la cosa pedía que cerraras un ojo mientras escrutabas el panorama con el otro bien abierto. Ciertamente las cosas se veían de otra forma, aunque resultaba difícil mantener la concentración durante mucho tiempo. De repente me acordé de ese dicho que dice algo así que es más fácil que un camello pase por la cabeza de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos. Pensé que por este agujerito también sería muy complicado que pudiera pasar un camello, un rico y una amplia variedad de objetos y personas de este mundo. Los requisitos que se piden a veces para entrar en determinados sitios son muy exigentes y complicados.
martes, 26 de agosto de 2014
jueves, 14 de agosto de 2014
Dos barcos frente a frente
Los dos barcos llegaron el mismo día y a la misma hora a la cala. Fondearon al unísono. Un barco enarbolaba la bandera francesa, el otro la española. Al principio les hizo gracia esa sincronización perfecta que se estableció entre ellos: se bañaban, comían, pescaban... al mismo tiempo. Parecía que delante tuvieran un espejo. Conforme fue pasando el tiempo, la cosa empezó a hacerles menos gracia. Empezaron a sospechar que el otro les hacía burlas, que estaba protagonizando un extraño y pesado juego de imitación. No podía ser que perdurase esta coincidencia tan exacta. Empezaron a cabrearse cuando izaron a la vez la vela de popa, que para más inri era del mismo color turquesa y con el mismo dibujo de un dragón que les habían jurado que era un diseño en exclusiva. Cuando llegó el día de levar anclas, lo hicieron conjuntamente a las 5:15 de la madrugada. Y tardaron lo mismo. Después de insultarse y arrojarse botellas y tubos de crema, zarparon cada uno por su lado.
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